Susan Sontag: Sobre la Fotografía

Objetos Melancólicos.

En este capítulo Sontag logra recapitular temas anteriores pero más que nada, logra profundizar en lo que ella describe como la usurpación surrealista de la sensibilidad moderna. El surrealismo pictórico siempre se vió bajo el lente freudiano, un mundo onírico lleno de fantasías eróticas y pesadillas agorafóbicas, sin embargo, la fotografía según Sontag, fue quien mejor logró retratar esta corriente ideológica. Desde los rayógrafos de Man Ray, los fotograbas de László Moholy-Nagy, hasta los estudios de exposición múltiple de Bragaglia y los fotomontajes de John Heartfield y Alexander Rodchenko, cuestionaron el supuesto realismo de la fotografía. Así, Sontag comienza cu diálogo acerca de un surrealismo que busca las presencias perturbadoras. Al enfocarnos plenamente en la idea del surrealismo sólo como producto del inconsciente, ignoramos al tiempo mismo como factor fundamental del surrealismo fotográfico. La fotografía como un documento social fue apropiado por las élites burguesas para abordar temas como el sexo y la pobreza. El misterio más grande del momento entonces serían las diferencias entre las clases sociales y su atemporalidad encapsulada en la fotografía. Esta contraposición de la permanencia inagotable de los ricos y la degradación oscura de los pobres sería una idea, que casi como un fetiche, se explotó por la fotografía surrealista. Como lo expresa Sontag la miseria social ha alentado a los acomodados a hacer fotografías con el objetivo de retratar una realidad oculta para ellos. Consumimos porno-miseria como si esta trascendiera los intereses de clase. Particularmente en este punto es donde concuerdo con el concepto de flâneur de Baudelaire. Un flâneur para Baudelaire alguien a quien todo le parecieses 'pintoresco', una persona desinteresada a las realidades oficiales sino que como un holgazán, le atraen los rincones oscuros y miserables. Es así como retomamos la idea de la fotografía como un documento social, el momento en el que la porno-miseria puede ser justificada por el hecho de tener como propósito descubrir la verdad oculta, el poder preservar un pasado extinto o en proceso de extinción. Aquí, debido a que la fotografía otorga importancia, también otorga hasta un cierto grado, un sentido de permanencia. Su estabilidad trascendente le connota una cualidad de inmortalidad y esto hace que el deterioro del mundo real cobre una forma de surrealismo impresionante. Cuando Sontag afirma que la pobreza no es más surreal que la riqueza nos hace pensar que ambas guardan una cierta distancia social y temporal ante la fotografía, el tiempo como mediador los vuelve cada vez más sensibles, inofensivos, vulnerables al cambio, indefensos y por tanto, humanos. Así es como eventualmente la intención documental de la fotografía estaría subyugada a los temas de lo extraño, de la pobreza y de la miseria.
Como tal, la fotografía europea sólo retrataría lo pintoresco, lo importante y lo bello.

Ahora, hablando de temas referentes directamente al fotógrafo, previamente establecido como un transgresor, asesino y violador, ahora lo vemos como alguien que saquea y preserva, denuncia y consagra todo a la vez. Seguimos hablando como tal la cualidad inmortal de la foto y cómo el fotógrafo tiene la facultad de otorgar valor a algo a través de la foto. El fotógrafo no sólo es quien registra el pasado sino también es quien lo inventa. Se propone entonces a Abbot para ejemplificar cómo se registran las cosas antes del cambio, antes del reemplazo incesante de lo nuevo. Con sus fotos en Nueva York se transforma el pasado en un objeto de consumo. En otras palabras, la acumulación de este tipo de fotos va construyendo un pasado histórico, aún cuando muchas veces este está construido de nuestros detritos. Entrando en un tema más poético pero que de igual me parece es sumamente importante tomar en cuenta, la historia de Estados Unidos es cultura de guerra, cultura de bases misóginas y sistemas de control. Su paisaje es surreal debido a que está construido por cachos, pedazos robados, basura, objetos encontrados, y aún así, se ha convertido en arte, se ha convertido en historia.

Cuando Sontag afirma que mediante las fotografías seguimos del modo más íntimo y perturbador la realidad del envejecimiento de las personas, las fotografías son testigos de la vulnerabilidad del ser humano y cómo nos dirigimos a nuestra propia destrucción. Si bien concuerdo con la autora es que las fotografías transforman el pasado en un memento, un objeto de tierna reminiscencia ante tiempos más simples, tiempos idos y ahí poder encontrar una belleza nueva en lo que desaparece.

Finalmente, con respecto a lo que afirma Sontag, se ha desarrollado una afición por la basura, lo malcarado, los desechos, las superficies desportilladas, las rarezas, lo kitsch. La idea de que el surrealista consagra a lo feo o carente de interés y relevancia un aspecto de bello es prueba de que lo real se nos muestra insuficiente y siempre partiendo de nuestra burbuja de privilegios le dotaremos de proyecciones de características a objetos que carecen de las mismas con una miserable esperanza de encontrar en ello una forma de sensibilidad surrealista que pretende comprender el mundo.

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