Susan Sontag: Sobre la Fotografía.

Estados Unidos visto por fotografías, Oscuramente.

Al principio se estableció con la fotografía directa una noción de belleza muy idealizada, Sontag comienza el capítulo haciendo referencia al escritor y poeta americano Walt Whitman y con él procuró introducir una visión de un Estados Unidos en plena revolución cultural. Sin embargo, pocos en ese entonces hicieron caso a sus ideas de apartarte solamente de un cuestionamiento estético. Ahondando en la idea de que lo bello no sólo se encuentra en lo idealizado, Sontag utiliza la fotografía de Edward Steichen con el Duchamp de la época abordándolo como el hito que representa en la historia de la fotografía cuando se empieza a cuestionar los límites estéticos de la misma. Por tanto, es en ese momento que se empieza a buscar los límites de la belleza, y a su vez se empieza a concientizar de que no hay cosa que no pueda ser embellecida. En respuesta a Sontag afirmando que fotografiar es conceder importancia también representa dignificar algo a ser convertido en un objeto de contemplación estética y consecuentemente, la búsqueda de la belleza se abre paso a otros temas más triviales, polémicos, vulgares, grotescos y abyectos. Aún cuando se trataba de escapar de la idea del fotógrafo como un héroe romántico, no se puede deslindar completamente de la fotografía como un agente de expresión personal.

Un tema muy recurrente en este capítulo y es algo en lo que me gustaría profundizar es la idea de la igualación. Se habla de la igualación moral de lo que es fotografiado, y de la generalización del concepto de belleza, no obstante, un proyecto que me pareció particularmente interesante y que envuelve este concepto bastante bien fue la exposición de "La Familia Humana" en 1955 por Edward Steichen cuyo propósito cumplía demostrar que la humanidad era en sí, una sola. Adyacentemente, vemos el trabajo de Diane Arbus, quien en sus fotos retrata a gente, que como lo describe Sontag, son patéticas, dignas de lástima, repulsivas pero sin suscitar ningún sentimiento compasivo. Para entonces, estamos hablando de un trabajo de humanización a través de la fotografía. Si bien ambos fotógrafos logran abordar este tema de la condición humana de polos muy opuestos (los dichosos y los desdichados), la relación que se hace entre estos funciona de manera dinámica anteponiéndose como un oxímoron, como la antítesis de sus trabajos que a su vez se hacen complementarios.

La consistencia del trabajo de Arbus logra identificar sus temas prototípicos abriendo un panorama de sensibilidad más grande hacia demostrar que existe otro mundo del que nadie habla y que nadie retrata. Se nos ha enseñado que a las personas más desdichadas (si nos podemos referir a ellos bajo ese término siempre hablando desde nuestro propio privilegio, reconociéndolo sin procurar ser egocentristas e ignorantes), se les debe de sentir una compasión deshonesta, se debe de sentir ante todo, lástima. Pero aún así, nunca o casi nunca se nos enseña a tenerles empatía, a intentar por lo menos entenderles con sinceridad, y eso es lo que el trabajo de Arbus buscaba retratar.

Finalmente podemos comprender que esta subversión moral que buscaba corromper la inocente noción de belleza que se entendía en Estado Unidos con el trabajo de Arbus se logró visibilizar una rebelión contra lo público y a su vez un desfile de horrores como Sontag poéticamente lo pone, siempre en pro de lo privado, lo oculto, feo, peligroso y fascinante. Así como otros fotógrafos también expresarían como Weegee y un poco más contemporáneo, Joel Peter Witkin. Pero en realidad  todo fue una manera para decir a la mierda con lo bonito.

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