Susan Sontag: Sobre la Fotografía.

La Caverna de Platón.

En el primer capítulo del libro de Sontag se plantea esta idea de la representación de la realidad, si bien concuerdo en que las fotografías plantean un nuevo código visual a través del cuál nosotros expresamos una forma de apropiación violenta del mundo y lo que habita en el, también considero importante remarcar que las imágenes fotográficas re-significan una realidad. En otras palabras, la fotografía como el resultado de de la cámara, no sólo se enfoca en retratar una realidad sino que a su vez, la interpreta. Aunando a las ideas posteriores, la autora llega a afirmar que la fotografía funciona como un objeto de posesión, y más aún, de colección. A esto, yo correspondo la idea de que tomar posesión de lo que no se puede poseer es parte de la naturaleza humana, en otras palabras, la negación ignorante del hombre acerca de la naturaleza impermanente de la realidad es aquello que lo lleva a dotarle de cualidades permanentes a lo impermanente, finalmente, dotándole de permanencia a la fotografía, comúnmente de naturaleza efímera, temporal y subjetiva.

En la sociedad en la que vivimos hoy en día se ha visibilizado aún más los sistemas en los que utilizamos la fotografía para crear una narrativa pública, una crónica que nos retrata ante el imaginario colectivo de la sociedad. Debido a que la fotografía se ha hecho en gran manera un recurso mucho más accesible, sus posibilidades se han masificado, además, con la introducción de las cámaras portátiles y cámaras digitales en los celulares se podría afirmar que la fotografía se ha convertido un acto casi doméstico que conforma la cotidianidad de las personas. De igual forma, con la creación de las redes sociales y el internet, la rapidez con la cual las fotografías se esparcen y se comparten en todo el mundo lo ha hecho más difícil de apreciar, ahora todos pueden ser fotógrafos. Sin embargo, de igual forma que las fotografías pueden registrar y documentar, también pueden crear una apariencia ilusoria. El poder manipular a tal grado la fotografía de manera que se puede distorsionar la percepción a una realidad fabricada es un problema que nos remite al dilema de la caverna de Platón que expresa Sontag.

A diferencia de Sontag, creo que una foto hoy en día tiene la cualidad versátil de ser más efímera y no necesariamente mantener su identidad de memento mori. Con la facilidad de reproducción que se tiene a través de la fotografía digital, el descartar, eliminar y desechar fotografías es más que nada un recurso necesario para el almacenamiento y ordenamiento de fotografías. Aún así, cada fotografía fija un momento al que se le ha connotado el privilegio de ser convertido en un objeto de apreciación, se le otorga un valor o importancia que a su vez se le delega la cualidad de poderse guardar, almacenar y permanecer para volverse a mirar.

Finalmente el fotógrafo como un actor de violencia, de transgresión, de acercamiento agresivo perfila a este como el participante del retrato de una forma sensible para atravesar la sensibilidad. Entre más comprendamos que el fotógrafo es participante de hacer que todo pareciere como si todo tuviese una existencia inherente de ser fotografiado, esta facilidad de reproducción a través de la historia no sólo demostró y sensibilizó como las fotografías de guerra, pero la repetición y la distancia que representaba la fotografía también des-sensibilizó. La fotografía con la repetición pierde un gran peso emocional, como lo presenta la autora en el libro: las imágenes plasmas y después anestesian. La fotografía como un sistema de encuadre y enfoque puede entonces dotar a la cámara de cualidades que controlan y modifican la realidad, sin embargo siempre retratan un sentido de sentimentalismo tanto real como provocado.

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